Bostezar es una
acción incontrolada que los seres humanos, así como la mayoría de animales
vertebrados, realizamos con frecuencia. Como sabemos, consiste en abrir la boca
con amplitud, inspirar profundamente y espirar a continuación. Pero, ¿os habéis
preguntado por qué bostezamos? Varias teorías tratan de encontrar la
explicación.
Una hipótesis con
buena acogida es la que defiende que bostezamos para oxigenar nuestra sangre:
nuestro cerebro detecta un exceso de dióxido de carbono y da la orden para que
abramos la boca e inhalemos aire a través de los pulmones.
Recientes
investigaciones científicas niegan la mayor: no bostezamos como paso previo a
un plácido sueño, sino más bien para todo lo contrario. Al parecer, el bostezo
cumple la función de mantenernos alerta, de evitar que nos durmamos. ¿Cómo lo
hace? Facilitando que nuestros vasos sanguíneos se refresquen y manteniendo así
el cerebro despejado.
Menos convincente,
aunque más arraigada en el tiempo, parece la creencia de que el bostezo es un
gesto heredado de nuestros antepasados, un recurso que utilizamos para enseñar
los dientes e intimidar. Y también es habitual pensar que bostezamos ni más ni
menos que por aburrimiento.
Apuntar además que
bostezar es contagioso y que en algunas culturas se interpreta como un gesto
incorrecto, por lo que se trata de disimular tapando la boca con una mano.
Los hallazgos sugieren que el bostezo es una forma de solidarizarse con las personas que experimentan una sensación, que en este caso, se suele relacionar con estrés, ansiedad, aburrimiento o fatiga.